La culpa no fue mía y lo digo en serio. El día
que compré el libro Mapa al corazón del
hombre (Editorial Isla Negra) yo iba de prisa esquivando un mar de gente en
la Feria del Libro. La culpa fue de Carlos Sánchez, Comisionado de Cultura en
NY, que me llevó de la mano hasta el
stand donde lo vendían: “Vale la pena, te lo digo en serio” sentenció. Pese a
esta recomendación tenía mis dudas. Temerosa pero veloz, abrí una página al
azar y tropecé con este fragmento: “Si la boca es un nido /y los labios son dos
alas/ entonces la saliva es el rocío/y la lengua debe ser un pájaro” (Todos los
besos pp. 137-140) y casi me desmayo.
Como se comprenderá, acto seguido compré el libro y al día siguiente lo
llevé al trabajo para compartirlo con mis compañeras.
Confieso que Mapa al corazón del hombre afectó nuestra jornada laboral, la de la
jefa incluida. Parecía un libro de consulta que rodaba de escritorio en
escritorio. Aunque nos desfragmentamos con el poema del beso, también nos
ruborizamos con el poema Cierta desconfianza (pp. 77-80) “Desnúdate -ella me
dijo- y abandoné sobre el piso un recuerdo con forma de ancla”; y aunque todas nos
quedamos mudas cuando leímos La elegía infinita (pp. 155-158), ya a solas yo
saqué un momento para llorar a mi madre viva: “Amigos, mi madre ha muerto otra
vez/ y yo le pregunto muy calladamente/ ¿cómo te dejarás de nombrar mañana /y
la mañana que sigue?”.
La ruta que hace visible este mapa es una
profundamente humana y transparente. Mientras yo me escudo en las palabras, es
decir me dejo y no me dejo ver en mi poesía, Carlos Roberto Gómez Beras se ofrenda
y se convierte en un familiar cercano, en un cómplice que sabe tan bien tus
asuntos que los puede contar mejor que tú.
Debido a que mi lectura es poco disciplinada no
he terminado de leerlo completo. En vez de leer poema por poema hasta finalizar
el libro, he privilegiado volver a leer los que ya me dejaron trazas de sangre
en la memoria. Además la lectura de Mapa
al corazón del hombre ha sido un raro caso de “lectura comunitaria”. De
hecho las pocas veces que leí poemas en silencio en vez de recitarlos a mis
compañeras, tenía la sensación de que las traicionaba. Pero aún sabiendo que
existen en esta geografía vital algunos rincones que no he explorado, me maravillo
con lo que he logrado conocer.
Con Mapa
al corazón del hombre, Carlos Roberto Gómez Beras nos ofrece una poesía
llena de sentido, fresca y dada al ejercicio de enlazar y renombrar mis experiencias
personales más íntimas. Con este mapa pude hacer un viaje a mi propia condición
humana.
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