Me pasé todo el mes de diciembre
planificando un viaje que nunca hice. Otra vez se quedó Haití esperándome. Otra
vez se quedó sin cumplir ese deseo que ir a este hermano país. Otra vez quedó
solo en mi deseo conocer el país de la amable lavandera haitiana que trabajó en
casa cuando yo era muy pequeña. Y fue ella quien me regaló la muñeca más
hermosa que jamás recibí en mi vida. O la muñera era enorme o la niña era muy
pequeña.
Hoy recordamos el terremoto que hace tres
años alargó el camino de la pobreza y acercó a ambos países. Creo que la
manifestación de solidaridad no debe parar. Todavía hay mucha necesidad en
Haití. Si yo tengo dos pares de zapatos, seguro que hay una haitiana que no
tiene ninguno. ¿Todavía es posible canalizar ayuda que realmente llegue a las
manos que las necesitan?
Según publicación de Diario Libre, asciende
a 500.000 la cantidad de personas necesitadas de alimentación inmediata.
Lo que quiere decir que mientras yo puedo llevarme un pan a la boca en este
momento en el que tomo el desayuno, hay 500,000 personas que no pueden. De ese
total, hay 81, 600 niños. No solo somos los vecinos más cercanos y, por lo
tanto, los llamados a compartir lo que tenemos. También pasa muchas haitianas
nos arrullan los hijos y lavan la ropa mientras trabajamos. Escribo esto pensando
en Berthe (Belkis), quien me cuidó a Gael de bebé y a quien él aprendió a
llamar “mamá”.
1 comment:
Muy buen ,la tristeza es contagiosa!!!
Post a Comment