Mi paso es una piedra iluminada
-pero una piedra-
y esta calle una taberna podrida en luces.
Etéreo rueda y me dibuja
con el garfio de su propia memoria.
Huye de quien se abalanza al destino
con la impertinencia minuciosa del rayo.
Huye de quien no ve en la muerte
un corazón con silueta de globo.
Huye sediento de sí uno que al rodar
quiso colgarse de un sueño…
Pero los sueños se rompen al caer,
cuando ruedan sin su collar de perro.
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