Dedico este poema a Lucesita, la niñita de once años que luego de ser violada por el esposo de su hermana ha sido obligada por el Estado Dominicano a llevar a término un embarazo. En este momento la niña se juega la vida en un hospital de San Cristóbal. La legislación dominicana, al prohibir de manera absoluta la interrupción del embarazo sometió a Lucecita, al igual que a Esperancita, a un trato cruel, degradante e inhumano, colocándola en un hilo entre la vida y la muerte.
Estampida
A Danica May, bebé “7,000 millones”
Cierra el círculo de sombra ahogado en el ojo:
con ella sumamos siete mil millones y un gesto
será contar el único modo de ver
donde acaba de ser un cuerpo
siempre en tránsito
ahogamos la frontera del instante
la pausa redonda del semáforo
la interminable ansiedad de quien emigra,
así partimos
llevando el territorio y los escombros
desplegando en otro punto del mapa
la patria es una deuda intemporal
la hora
cero de una enfermedad genética
migrando va la muerte en nuestra sangre
soberbia como una marca de nacimiento
sin saber cuándo habremos sumado
demasiado
preguntando si habrá multitud más excluyente
que el uso común de la palabra todos
frágiles contemplamos nuestra función de
número
de pies espolvoreados en minucias
y una acepción fatal del vocablo plazo
qué fue de la niña que iluminó portadas
anunciando alegremente su condición de cifra
nos cansaremos algún día de trazar líneas y
mecer balances
de amontonar explicaciones en el fondo
itinerante del río
de ilustrar costas ensangrentadas,
héroes de pólvora venerados a destiempo
nos cansaremos una tarde de sumar
niñas nacidas para ser moscas en un balde de
leche
qué fue de aquella que engrosó
la brillante
generación del vacío
qué suma a esta hora un número de tantos
dígitos
más piedras en la barriga de un lobo
más frío en la frazada roída del semblante
más escasez petrificada muchedumbre
desplazada en su agónico sentido de unidad
hacia la muda indiferencia de los puntos.
Farah Hallal
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