Hace apenas unos días, café en mano, reflexionaba con un
amigo sobre lo aburrida que considerábamos ´la escuela´. Yo le contaba que mi
hija, desde muy pequeña, ha sostenido una crítica sistemática tildándola de aburrida. ¿Le suena esto familiar? ¿Habrá un puente roto entre el estudiante y la escuela?
Llevo años trabajando animación a la lectura con
público infantil y adolescente aplicando una metodología en la que los libros
de ficción y diversas fuentes informativas juegan un rol protagónico, pero
siempre de la mano de manifestaciones artísticas: baile, música, pintura y, muy
especialmente, la escritura… El
resultado es otro: una audiencia feliz que celebra lo que aprende y le ve
sentido y trascendencia.
Aunque a los destinatarios de estos talleres les parezcan
encuentros espontáneos, no lo son. Me toma más tiempo planificar y organizar el
taller, que impartirlo. ¿Por qué? Primero porque soy olvidadiza y necesito una
guía que me precise el orden (¿Para qué nos vamos a engañar?). Segundo, porque
considero que las transiciones son muy importantes porque serán el engranaje
debidamente engrasado que motive de una forma natural a la audiencia. Una
tercera razón es que los objetivos a alcanzar están definidos: desarrollar el
pensamiento crítico transmitiendo un contenido integral siempre vinculado a la
reflexión acerca de la vida personal del participante.
Las niñas y los niños
valoran en extremo que se les dé la oportunidad de expresar su visión del mundo
y es muy significativo ver a su audiencia valorar la diversidad y respetar las
diferencias. El resultado es increíble.
Trabajar en animación a la lectura es el trabajo que más
gratificación me ha dado, no solo por lo que se ayuda a construir, también por
lo mucho que aprendo en el proceso. Me siento gozosa viéndolos reír mientras
reflexionan sobre sus vidas. Suelen ser muy agudos.
Ayer www.elpaís.es
publicó un artículo que relaciona la deserción escolar en América Latina no
solo a la pobreza, sino también a “la desconexión de la enseñanza con la vida
de los jóvenes y adolescentes”. Y comparto completamente esta visión. Nuestros
estudiantes tienen que lidiar con la obligación de asumir tareas domésticas que
incluye el cuido de los hermanos menores y, en muchos casos, extenuantes
jornadas de trabajo. En adición, contemplemos la condición psicológica de una
gran cantidad de estudiantes que han sido dejados bajo el cuidado de algún familiar
porque sus padres trabajan en otro país. O los embarazos adolescentes y los
altos índices de violencia doméstica que marchitan las hojas de los periódicos del día.
Si a todo eso se le suma que se les enseña temas poco significativos y desvinculados a su realidad... y se le transmiten con una metodología aburrida, en escuelas que no tienen
recursos didácticos apropiados y con el apoyo de profesores que no reciben un pago digno y
muchas veces van a enseñar sin desayunar y sin el debido descanso… no digo yo que los estudiantes
prefieran dejar la escuela y dedicarse a asumir otras responsabilidades a destiempo.
Para leer el artículo al que hago referencia:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/07/actualidad/1365354378_499006.html