Se levantaron y mordieron la calidez del pan,
así probaron la dulzura
de abrir y cerrar esas cortinas
que cubren la textura del beso,
del soterrado beso, del absuelto beso
que vaga por el matinal camino de la sábana.
Se levantaron y echaron a rodar una nueva jornada
así contaminaron los elevados pasos de este día.
Con el olor de la tinta que imprimen las malas noticias
perturbaron los pensamientos que parten el tiempo
con el silábico ritmo de los relojes,
con la gracia exhumada y propia de un instante.
Se echaron, entonces, sobre la tierra
como semillas que caen sobre el tiempo,
ese tiempo tendido como una coordenada,
ese tiempo redondo como un objeto agrio
como una fruta mitad justo a tiempo y mitad todavía.
Y se comieron las uñas con la testarudez de las doce,
se bebieron el cielo y las nubes de su estampado,
se endulzaron la boca con el amargo de una gárgara,
se bebieron los ríos que hacían sonar
la redondez del mundo como una campanilla,
se bebieron la música de los cantores que ofician misa
en las copas de los árboles,
se arroparon de pies a cabeza con la sabiduría
del día que baja como un niño temeroso
que sigue el inevitable cauce del tobogán.
Farah Hallal
Tuesday, October 13, 2009
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