Thursday, September 16, 2010

La equivocada percepción sobre mi propia ausencia

Reconozco que estuve equivocada. No es posible ser tan diferente, es decir, tan única. Es cierto, vergonzoso y cierto. Después de caminar por la vida atada a una niñez enclenque, estoy aquí de frente al mundo, pensando cómo tardé tanto para llegar a reconocer en otra, mi propia ausencia.

Admito que quise empezar a leer uno de los cuentos dispuestos a mitad de libro, como es mi costumbre: romper las reglas cuando no dañan a nadie. Sin embargo, rompí mi regla de romper y, esta vez, empecé a leer por el principio. De los Cuentos reunidos (Alfaguara) de Clarice Lispector, empecé leyendo el libro Lazos de familia. Esta edición incluye trece cuentos. Ya para el tercer cuento me preguntaba si estaba leyendo narrativa pura o poesía pura: ritmo, forma, profundidad, voz, sorpresa, tensión, intensidad, imagen y una belleza dolorosa que parte. Y, como no falta el incrédulo, la cito: “Fue caminando hacia lo imprevisible de la calle. Las casas dormían en las puertas cerradas.” (Tomado del cuento Preciosidad).

¿Qué compartir sobre esta experiencia lectora? Confieso que me encontré con un texto del que se puede decir que es sencillo de leer, pero con una compleja oferta de fondo y forma que invita a hacer un viaje, a mil millas por hora, mar adentro. Por eso, ya para el noveno cuento, me preguntaba si estaba leyendo mi propio diario, ese que nunca escribí.

Admito que me encontré en todas las mujeres que describió Clarice Lispector en estas historias: felices por no tener de otra, encerradas en su propia conciencia, almirantes de sus propios males (no mares). Es más, en un momento me reconocí también en aquella gallina “inconsciente de la vida que le fue entregada” (tomado del cuento Una gallina).

Estos cuentos, aunque complejos, me resultaron tan entretenidos como una película de domingo por la tarde. Se han convertido en el último pensamiento antes de acostarme. La vida de los personajes no es más excitante que la mía: eso es lo bueno, que nuestras miserias y glorias son muy parecidas. Clarice Lispector recurrió a contar todo lo que pienso, todo lo que palpita en mí con la fuerza de un deseo. Y me siento descubierta en todas ellas.

Encontré en sus cuentos una narrativa inteligente, en la que sentí que no se me estaba llevando al conocimiento de un hecho digno de contarse, al contrario lo digno de contarse en todo aquello que está en torno al hecho. ¿Qué contaba? A veces me pareció que ese hecho tenía cierto parecido con una variable, lo que me hizo pensar que mi propia historia estaba entretejida y era mi propio hecho el que se contaba.
Dicho todo esto, a lo mejor parezca que no dije nada. En parte porque la experiencia entre lectores y lectores difícilmente sea la misma. Aseguro que leer este libro es una experiencia personal memorable. Está disponible para préstamo en la Biblioteca del Centro Cultural del España.